Getaway car

Un día dejó de querer verme. Cada vez era una excusa diferente, más vaga y menos creíble.

Las llamadas se fueron espaciando, y su comportamiento también cambió. Un día me trataba bien, al siguiente me ignoraba. Otro, despreciaba lo que conseguía delante de él dándose la vuelta y celebrando a cualquier desconocido antes que a mí.

Seguía queriendo algo de mí, claro, y dejando que me hiciera ilusiones con escapadas de fin de semana o cosas pendientes que hacer juntos.

Pero no concretaba nunca la fecha de esos planes.

Hasta que en uno de esos días, llenos de silencios e ilusiones vacías, lo supe con un par de gestos.

Le tocó la cara. No a mí, por supuesto. Le tocó la cara y vi en ese simple gesto la intimidad que no había tenido conmigo en meses, la que escondía solo para los momentos en que estábamos juntos y ocultos a la vista de todos.

No me hizo falta ver más, porque en ese instante algo me dijo que ya estaba hecho. Que yo volvía a ser suplente en ese banquillo donde nunca se me llamaba para jugar. Jugaban conmigo, sí, pero yo nunca salía al campo para jugar con el equipo.

Después del roce a su cara fui consciente de otras cosas. Que antes de irse hablaba con ella, lejos de mí y medio escondido del resto. Que se fue sin despedirse de mí; de hecho, sin mirarme siquiera.

Y la foto, claro. El puzzle de mi cabeza tenía piezas desordenadas, pero en mi mente estaba la imagen que sale en la caja y que sabes que es la que formarán todos esos pedazos sueltos. La foto del girasol sobre su moto. Claro, ella era el girasol. Ella se lo había dejado allí, en un gesto simple pero romántico el mismo día de San Valentín. Y la felicitación de alguien a quien se lo contó allí mismo, a unos metros de mí esperando que yo no lo oyera. Y lo cierto es que no lo oí, pero no me hizo falta. Ya no hacía falta más.

Aquel rompecabezas encajaba aunque nadie más entendiera el sentido. Y tomé la decisión que llevaba retrasando meses, si no años.

Nadie más me iba a hacer sentir incómoda en el lugar que había sido mi casa durante tantos años, pero no estaba en mi mano cambiar la situación, así que cambié yo. De horario, de rutina, de gente. Cambié de casa, cambié de sitio, de círculo. Me fui.

Me fui dejando más preguntas que respuestas, despedidas que nadie sabía que lo eran, excepto yo. Una bomba de humo, una salida por la puerta de atrás. Sin fanfarrias finales, sin reproches, sin escándalos. Solamente, aprovechando el impulso de la rabia y el cambio que mi vida pedía a gritos, acompañada de la mano por la persona que tiempo atrás me había sacado del pozo sin saberlo.

Y dolió, claro. Dolió la duda y la incertidumbre de no saber si estaba equivocándome, si había malinterpretado lo que había visto, si le estaba causando yo un daño irreparable a nuestra relación.

Qué tonta, pienso ahora.

Como si no me hubiera llamado tres días antes para lo de siempre. Ya estaban juntos, por supuesto, solo que yo no lo sabía. Quien sí lo sabía era él, y aún así, me buscó. No vuelves con alguien de un día para otro. Pero sí decepcionas a alguien de un momento a otro.

No sería hasta un par de días más tarde cuando llegaron los reproches que había estado esperando. No de él, claro, él había perdido la capacidad de comunicarse conmigo porque, a pesar del miedo a dañarlo, lo eliminé, lo borré, lo bloqueé.

Pero, con un vuelco al corazón, como eso que sientes cuando te saltas un escalón, supe que yo no me había equivocado. Y me quedé tranquila.

Tranquila porque no estaba causando daño: me estaba protegiendo de él. Y con "él" me refiero al dolor y a él.

Nadie me había hecho sentir tan humillada en mi vida. Nadie me había hecho sentir tan insuficiente, tan invisible, tan dependiente. Tan vulnerable, tan complaciente y tan sola.

Y es por eso que no cogí ese teléfono cuando volvió a llamar, unos meses después. Cuando me di cuenta de que era él, y de que en su foto seguía ella, lo único que pensé fue: "Dios me libre de alguien como él". Dios me libre.

Lo que también pienso es que, ¿de verdad pensaba que le iba a coger el teléfono? ¿Sabiendo lo que sé? ¿Después de todo lo que me ha hecho pasar? ¿Y teniendo a la novia en la foto de perfil? Qué poca vergüenza, colega, qué poca vergüenza.

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