La primera casa después del bosque


O la última casa antes del bosque. 

Me da por pensar en esa última guarida de luz antes del espesor de los árboles. En ese refugio seguro antes de la oscuridad envolvente.

En el silencio a un lado de la pared, mientras que al otro se esconde la vida, cobijada en una chimenea llena de leña seca, con un fuego seguro.

El lugar del que huyen los monstruos, y que protege al inocente de lo que la espesura trae consigo. 

¿Qué habrá en esa casa, en esa cabaña con una luz en la ventana? ¿El leñador o la bruja? 

¿Salvación o infierno? ¿Tranquilidad o inquietud?

Stephen King nos ha enseñado a temer esa casa que asoma entre los árboles, al borde mismo del camino, donde se puede esconder el cruel demonio o el ángel más inesperado.

Y también, ¿qué habrá más allá de esas paredes? ¿Qué habrán visto esos muros? ¿Quién habrá olido el humo de esa chimenea?

La próxima vez que cruces un bosque, o incluso una carretera solitaria, fíjate en esa primera casa después del bosque. O en la última antes de adentrarte en él. Igual estás dejando atrás tu última esperanza.

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